Hay que aprender a priorizar, dejar de correr y empezar a organizar espacios donde se fomenten la pausa, la colaboración y, por tanto, se genere el ambiente propicio para dar lugar al desarrollo espontáneo de la creatividad y la innovación.

El Coaching, esa herramienta que tantos logros ha posibilitado, primero en lo deportivo y desde hace unos años en lo ejecutivo, nos ayuda a entender y encontrar nuevos rendimientos organizacionales y personales. Con los resultados a la vista, todas las organizaciones deberían contar con un Coach como agente de cambio, que ayude a convertir la empresa en un espacio donde las nuevas generaciones puedan desarrollar todo su talento e internalicen el trabajo conjunto y colaborativo para afrontar las demandas de ideas innovadoras.

El Coach no es la persona que saca lo mejor de cada uno, es el que edifica espacios, crea puentes de comunicación, brinda la facilidad de emocionarse y poder sentir que se está vivo. El buen desempeño, el hacer las cosas con sentido más allá del económico, son solo una consecuencia de esa alta autoestima, de ese ámbito en que se respira confianza y que genera conductas previsibles y sanas.